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La complejidad de la vida I

La complejidad de la vida I

1. DIFICULTADES PARA SU ESTUDIO

De todos los planetas conocidos, hay uno que destaca sobre el resto: la Tierra. Lo que llama la atención no es su tamaño, localización o composición química. No, es otra cosa. Es la vida. La vida es algo propio de nuestro planeta que no se ha detectado en los demás. Ni siquiera puede afirmarse su presencia en otros cuerpos celestes como estrellas, agujeros negros o cometas. Tampoco hay vida en las vastas distancias interestelares, donde el vacío es casi absoluto... Y, por si fuera poco, dentro de la Tierra la vida se remite sólo a una estrecha franja superficial llamada biosfera. Según nos alejamos de ella, la vida se hace más escasa hasta desaparecer por completo. Tal vez pensemos entonces que la vida es poco abundante en el Universo, y quizás nos equivoquemos. La situación es paradójica en extremo: por un lado se calcula que hay más estrellas en el Universo que granos de arena en la Tierra, la mayor parte de las cuales es muy probable que tenga planetas orbitando a su alrededor; algunos de ellos posiblemente habitados. Por otro lado, no disponemos de evidencias sólidas de vida fuera de la biosfera. Es decir, todos los indicios apuntan a que la vida sería algo frecuente en el Universo pero la realidad del ser humano es la opuesta. La tecnología astronómica nos permite vislumbrar lo que sucede a distancias inconmensurables, el problema es que lo vemos desde una óptica incompleta. Resulta extraño que detectemos hechos lejanos acontecidos hace miles de millones de años y, sin embargo, no veamos la vida que podría haber en esas regiones inexploradas. Es como buscar microbios en la selva, sobrevolándola en un avión de pasajeros.
De todas formas, no es preciso recurrir a la extraña distribución de la vida en el Universo conocido para percatarse de que la aproximación al tema es harto difícil. El concepto de vida es tan abstracto y difuso que ya entraña suficiente complejidad en sí mismo. A simple vista, tampoco parece suponer un quebradero de cabeza saber qué es algo vivo, los problemas se materializan cuando uno se pregunta: ¿por qué está vivo?, ¿dónde acaba la vida y empieza lo inerte?, o incluso ¿qué define como vivas a sus diferentes partes? Por intuición, el ser humano diferencia con bastante acierto lo vivo de lo inerte y de lo muerto (lo que ha dejado de vivir). En cambio, cuando intenta dar un razonamiento sólido y preciso a su intuición, suele fracasar estrepitosamente. Se topa con seres que no sabe si viven o no, con otros que parecen resucitar y morir "a voluntad" e incluso termina descubriendo que la estructura última de los seres vivos es bastante similar a la de la materia inerte. Es curioso que donde la intuición tiene cierto éxito, el razonamiento elaborado conduzca al nihilismo desesperanzador. No cabe duda de que algo falla. Las aproximaciones filosóficas generan una amplia gama de opciones en la definición de la vida. No aportan pruebas sólidas, no dan criterios contrastables y tampoco muestran acuerdo entre ellas. Los acercamientos desde la Ciencia, en cambio, son más uniformes y verificables. A pesar de ello, siguen sin aclarar el concepto de vida y es posible que jamás arrojen luz sobre el mismo. Este ensayo tratará el asunto desde una perspectiva científica, exponiendo las dificultades más acuciantes en la resolución del enigma de la vida.
Cuando se estudia la vida, surgen 2 contingencias insalvables:

1.1. Falta de referencias o modelos para comparar
En la Tierra, la vida fluye por doquier y es de lo más variada. En los bosques y selvas tropicales, se observan enormes árboles dispuestos a modo de pilares inmemoriales; existen microbios que colorean extensas masas de agua; hay organismos que apenas viven unas horas y otros tocados por el don de la inmortalidad; y con ellos y muchísimos más, coexiste uno capaz de reflexionar sobre estos temas e iniciar la búsqueda de la vida tras las fronteras de la biosfera. La heterogeneidad de seres vivos es inmensa y no se conoce por completo. Los organismos que habitan en la biosfera, y al mismo tiempo la integran, no cesan en la lucha por extender sus dominios fuera de la misma... Lo cual nos lleva a que es la propia biosfera la que intenta expandirse por nuevos territorios. Tal premisa parece conducir a la teoría Gaia, de no ser por un pequeño detalle: dentro de la biosfera no hay equilibrio. Aumenta y disminuye de una forma incesante e imprevisible. Los seres vivos compiten entre sí, se depredan entre sí y su diversidad no es constante. Asimismo, esta Gaia imperfecta está a merced de influencias externas que la hacen crecer hasta límites insospechados o menguar hasta su última expresión. Prueba de esto último son los meteoritos que impactaron contra la Tierra entre los períodos Cretácico/Terciario y Cámbrico/Ordovícico. La Pseudogaia que nos sustenta nunca está en equilibrio, ni estático ni dinámico. Es presa del caos, que hace acto de presencia desde el Universo que la alberga y desde su propio seno.
Con independencia de las alusiones al falso equilibrio, parece indudable que la vida es muy diversa y que ha colonizado territorios de lo más variopintos. Desde zonas con temperaturas bajo cero hasta otras próximas a los 100ºC, biotopos acuáticos y desérticos, lagos con pHs increíblemente ácidos o alcalinos y demás medios comunes y peculiares. En su adaptación a dichos medios y a las interacciones que surgieron en éstos, los seres vivos han desarrollado morfologías y estrategias casi inimaginables: fotosíntesis en gasterópodos, elevadas concentraciones de solutos en habitantes de las profundidades abisales, heterotrofia vegetal, respiración de pura roca en microorganismos, capacidad de biodegradar hasta el diamante, creación de comunidades con una "inteligencia coordinada" superior a la del total de sus miembros, etc. Posibilidades incalculables y no siempre bien estudiadas.
Pero ahora llega la 2ª paradoja del asunto. En esa maraña de procariotas, protistas, hongos, vegetales y animales, con millones de especies y sus asociaciones, de pronto caemos en que la variedad es ficticia. A nivel bioquímico son todos muy similares. Su estructura se basa en un átomo de los más abundantes del planeta: el carbono, que en la materia orgánica establece 4 enlaces con los átomos más próximos. En cuanto el científico se percata de este hecho, aparece un escollo para la comprensión de la vida: donde antes había múltiples clases de vida, ahora sólo hay una que adopta distintas formas, y las consecuencias de este suceso son descorazonadoras. La razón es que uno de los métodos de estudio preferido de las ciencias experimentales es la comparación. Sobre todo en la Biología... ¿Y cómo se puede estudiar la vida si no hay modelos con los que compararla?, ¿cómo estudiar los colores si a partir de un día viéramos el mundo en distintas gamas de verde? La carencia de modelos ya no permite definir la vida, sino sólo la vida conocida. Un paradigma común en los libros de Biología, Química Orgánica y Bioquímica es explicar por qué el carbono es el átomo indispensable para la vida y no lo es el silicio. La aclaración es simple y elegante, sin embargo tropieza con un error de generalización al pretender ser universal. Su única validez está en aclarar por qué el carbono es fundamental para la vida conocida en la Tierra. En otros mundos de características físico-químicas diferentes a las nuestras en los que haya surgido la vida, tal premisa podría no cumplirse. A lo mejor habría seres vivos basados en el silicio, en el carbono y en el silicio conjuntamente o en cualquier otro elemento químico. La dificultad radica en que no se dispone de opciones para comparar. Por consiguiente, se desconoce si el tipo de vida terrestre es universal o sólo uno más.
La contingencia del carbono puede resultar frustrante pero no lo es tanto. La unión de la Ciencia y la Tecnología se ha configurado como una nueva arma con para echar abajo esta barrera. Las misiones espaciales y el rastreo de señales extraterrestres son 2 intentos del ser humano por conocer una vida diferente a la de la Tierra. Si es más de lo mismo (vida basada en el carbono tetravalente), las aportaciones serían de lo más interesantes; mas si fuera una forma de vida distinta (basada en algún otro elemento químico), tal vez asistiéramos al descubrimiento más asombroso de la Humanidad. Por otra parte, los avances en informática y sus desarrollos colaterales, algún día podrían permitir construir nuevos seres vivos, a años luz de las computadoras y robots actuales. Este frente, quizás originara un tipo de vida de nanocircuitos y otras tecnologías, siendo sus implicaciones nada desdeñables. No obstante, sería complejo dilucidar si es un tipo de vida propia o una analogía casi perfecta de la nuestra. Una sombra carente de referencias extraterrestres y que, al no disponer de historia biológica, seríamos incapaces de diferenciar de la vida con total precisión... Y así se llega a la 2ª contingencia del tema, aún más difícil de resolver.

1.2. Falta de historia biológica
Dentro del único tipo de vida que conocemos -la terrestre, que no sabemos si es universal- aparece la incógnita sobre su origen y desarrollo histórico. Se conocen bastantes aspectos del asunto pero es casi imposible que se alcance una comprensión absoluta del mismo. Claro está, cuando no se entiende el pasado, malamente se puede analizar el presente y peor aún estimar el futuro. El origen de la vida en nuestro planeta aún permanece en el anonimato, aunque se han esgrimigo 2 propuestas no incompatibles:

- Teoría de la panespermia
Según ella, la vida no apareció en la Tierra sino que fue transportada por algún meteorito que impactó en las primeras etapas geológicas del planeta. Pudo traer algún tipo de ser vivo o las moléculas necesarias para su formación, las cuales se ensamblarían después del impacto. La elevada resistencia medioambiental de algunos microorganismos, el hallazgo de moléculas orgánicas en ciertos meteoritos y los fracasos laboratoriales en la síntesis de vida, son razones para no rechazar la panespermia a la ligera.

- Teoría del caldo primigenio
Más aceptada que la anterior, apuesta por un origen terrestre de la vida, pues el planeta ya cuenta con los elementos necesarios para su síntesis. Los primeros seres vivos se formarían en algún medio acuoso, llamado caldo primigenio o sopa primitiva. A día de hoy, no se ha llegado a un acuerdo sobre el lugar más apropiado para que se dieran las reacciones químicas que condujeron a la vida. La única unanimidad al respecto es que acontecieron en un medio acuoso, en el que hay diversos candidatos: las proximidades de volcanes submarinos, el agua líquida justo por debajo de un iceberg, la superficie del mar, aguas subterráneas, las proximidades de la costa, un lago, etc. Se han propuesto medios acuáticos muy heterogéneos en sus características, aunque ninguno respaldado por la evidencia.

 

Imagen: ojo de un felino, difuso como la vida misma. 

 

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