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La economía sumergida III

La economía sumergida III

9. APRECIACIONES INCORRECTAS SOBRE LA ECONOMÍA SUMERGIDA

La inabarcable variedad de actividades y situaciones reseñables dentro de la economía sumergida, conlleva generalizaciones peligrosas y afirmaciones rotundamente falsas. Si a esto se unen intereses políticos cargados de sesgos, se configura un caldo de cultivo para todo tipo de disparates. A continuación se examinarán algunos de los errores más difundidos:

9.1. La economía sumergida crea salarios bajos
La economía sumergida es un fiero competidor de la convencional y en muchos casos es indudable que reduce los sueldos. Con esta bajada, los salarios se acercan a su valor más justo en función del mercado. Ahora bien, el ajuste es pernicioso, pues el individuo sumergido no tiene los inconvenientes administrativos del emergido. Es decir, aunque el salario pueda aproximarse a uno más justo, la situación global del trabajador convencional es más injusta, al tener que soportar cargas y limitaciones que el otro no tiene. Se trata de una competencia desleal por la subsistencia y el poder adquisitivo.
No obstante, el recorte de salarios no es malo del todo, pues controla la inflación en cierta medida y reduce el riesgo de oligopolios, al permitir ofrecer productos y servicios a un precio inferior al estipulado.
Por otra parte, la creación de salarios bajos no tiene por qué ser intrínseca de la economía sumergida. Como se expuso en el artículo precedente, muchos trabajadores accederán a salarios más elevados que por la vía convencional.

9.2. La supremacía del empresario sobre el trabajador genera un contrato dictatorial
Esto es cierto sólo cuando se genera una situación de mono- u oligopolio (voluntario o involuntario) en cierta actividad sumergida. Es cierto que pueden darse unas condiciones perjudiciales para el trabajador, pero no lo es menos que éste suele disponer de una mayor flexibilidad. Así, no tiene por qué estar atado a un empresario explotador y, claro está, no todos los empresarios son explotadores. El contrato dictatorial más terrible se materializa cuando obligan al sujeto a desempeñar un determinado trabajo más próximo a la esclavitud que al empleo libre. Véase como caso extremo la trata de blancas. Es decir, cuando no se le permite otra opción laboral.

9.3. La economía sumergida no beneficia al estado ya que no declara impuestos
Es fácil comprender la falsedad de esta afirmación, pues existen actividades sumergidas que, al blanquear el dinero, hacen que un producto o servicio irregular termine cotizando. Quizás no tanto como debería, pero al menos cotiza algo. Por otra parte, una evasión inicial de impuestos puede hacer que una empresa crezca enormemente. De esta forma, es más factible que termine vigilada de cerca por la Administración, lo que dificultará su capacidad para vulnerar normas.
Sin embargo, esto no se puede generalizar: las PYMEs sumergidas sin ánimo o posibilidad de crecimiento siempre constituirán una lacra para el Estado. Algo similar ocurre con los trabajadores sumergidos que no aportan nada a la Hacienda Pública.

9.4. Estimula las actividades económicas ilegales
Hay que tener presente que los negocios que operan al margen de la ley integran la economía sumergida debido a su naturaleza transaccional. Es decir, el carácter de la actividad impide cualquier acuerdo legal y, ni tan siquiera, un mínimo contacto transparente con la Administración. Caso de haberlo, dicha actividad sería desmantelada de inmediato por ser ella el auténtico objeto de la prohibición y no la forma de ejercerla. Sería absurdo que un sicario diera de alta su oficio en la Seguridad Social o que pensara en declarar el IVA en función del tipo de muerte o paliza que le encarguen. Una vez aclarado este punto, pensar que es la propia economía sumergida lo que fomenta las actividades ilegales es un sinsentido completo. Lo que sucede es que la actividad ilegal es de lo más lucrativa, razón por la cual atrae a sus partícipes. El sumergimiento es sólo una condición necesaria, sin la cual la actividad no perduraría. Para verlo más claro, supóngase el espionaje industrial: es ilegal, sumergido y conlleva secretismo. Dicho secretismo es un requisito similar al del sumergimiento, pero ello no implica que transmita una falta de comunicación y un sigilo impenetrable al resto de la sociedad; o que promueva el espionaje industrial.

En otros casos, la actividad delictiva estimula una mayor ilegalidad por sus consecuencias y no por el mero hecho de integrar la economía sumergida. Por ejemplo, los robos de un drogadicto tienen su origen en la dependencia generada por los estupefacientes del narcotraficante y no porque éste se mueva en la economía sumergida. La cuestión es incluso más compleja, ya que la problemática del drogadicto tiene que ver también con otros factores, como: la adulteración del producto, la droga tomada, el entorno en el que se produjo el consumo, la genética del individuo, las causas que motivaron su acercamiento a las drogas, el alto precio de las mismas, etc.

Bien es verdad que en algunos casos hay riesgo de que la economía sumergida estimule otras actividades ilegales. Imagínese un defraudador de impuestos: si no le descubren, quizás consienta en asumir un riesgo mayor entrando en el tráfico de armas, el juego ilegal, etc. Mas esta posibilidad no es achacable al conjunto de la economía sumergida ni a todas las personas. A título de ejemplo, es plausible que alguien consiga que un moroso le abone su deuda mediante una paliza en defensa propia y opte por convertirse en matón profesional; o que un psicópata no peligroso mate a alguien por accidente y descubra un placer sexual inusitado, desatando al asesino en serie que lleva dentro; y hasta es posible que se de el caso de las películas de serie C en las que la amante despechada decide asumir el rol de viuda negra, eliminando a sucesivos maridos y amantes. Todas estas contingencias son factibles pero no sería razonable iniciar una guerra preventiva contra ellas. No existen medios suficientes y, de haberlos, se caería en el peligro de la dictadura: veces es preferible confiar en el ser humano.

En resumen, la economía sumergida (y sobre todo la clasificada como ilegal) puede inducir a la ilegalidad. Sin embargo, se pueden enumerar incontables factores que también propenden a ello: la pobreza, la desigualdad, la televisión, la falta de educación, la desestructuración familiar, los amigos, el alcohol, la inactividad, las taras psicológicas, acontecimientos traumáticos, etc. Los factores son legión y, al igual que la economía sumergida, no son decisivos.

9.5. Fomenta la inmigración y la explotación del inmigrante
Los inmigrantes normales (excluyendo redes mafiosas, delincuentes, etc.) no llegan a los países pensando en trabajar en la economía sumergida. Su propósito es mejorar el nivel de vida. La inmigración podrá ser bien recibida o resultar molesta, sin embargo es obvio que su meta última no es acabar sumergida. Por otra parte, salvo excepciones, los inmigrantes suelen encontrar unas condiciones de trabajo más favorables que en su patria. En caso contrario, regresan a su país. Otro tema es que caigan presa de alguna mafia que opere al margen de la ley o de algún empresario tiránico, asuntos comentados en el apartado 9.2.

A este respecto, debe entenderse qué es estar explotado. No es igual hablar de una explotación absoluta que de una relativa. En la 1ª, el individuo ingresa las filas de la miseria y sus condiciones laborales son denunciables. En la 2ª, el individuo se encuentra con unas condiciones duras o un mal salario, aunque ello no le impide tener una calidad de vida aceptable e incluso buena. Sería conveniente reflexionar sobre la explotación de los "temporeros" de la fruta, los camareros, los mineros, los pescadores y los becarios. Muy a menudo se encuentran miembros de estos colectivos que sólo se sienten explotados por ganar menos dinero y/o trabajar más que el vecino. Igual sucede con algunos inmigrantes, cuya cualificación es inferior a la de los habitantes del país al que llegan. En este caso tal vez se sientan explotados al no poder alcanzar determinados puestos, cuando la realidad es que quizás no sea apropiado que accedan a ellos.

Por otra parte, la economía sumergida puede constituir el único medio de subsistencia para los inmigrantes más desvalidos. Sin ella, ingresarían en la miseria o en la delincuencia.

9.6. La economía sumergida nos acerca a un mercado libre y justo
El que este tipo de economía esté menos intervenida y permita -en ocasiones- un ajuste de precios y salarios más real, no justifica dicha afirmación. Un mercado libre debe contar, entre otros aspectos, con la libertad de elección de todos sus integrantes y con la transparencia. Cuando una economía se divide en sumergida y emergida, es imposible hablar de una aproximación al mercado libre. La libertad de elección de sus actores no es igual ya que la competencia es imperfecta: unos se ven gravados por las autoridades administrativas y otros no; unos acceden a actividades crediticias y otros no; unos trabajan en varios empleos y otros no, etc. De la transparencia es mejor no hablar: si ya es deficiente en la economía convencional, en la sumergida constituye un buque insignia. Así pues, resulta disparatado o tendencioso confundir la economía sumergida con el libre mercado porque tengan unos pequeños puntos en común. Ni siquiera es una aproximación: son cosas diferentes e incompatibles.

9.7. La economía sumergida perjudica al trabajador al privarle de los beneficios estatales
La realidad suele ser completamente opuesta. El individuo sumergido tiende a aprovecharse de los beneficios del Estado: no sólo los directos, como los de la Seguridad Social, sino también de los indirectos (relativos a urbanismo, seguridad, medio ambiente, etc.) sin aportar demasiado a cambio. De hecho, es frecuente la compatibilización de un empleo emergido con uno o más sumergidos. Es entonces cuando se produce un mayor parasitismo del sumergido hacia el que no lo está.

Ahora bien, en los países menos desarrollados, donde la inmensa corrupción institucionalizada imposibilita un nivel de vida medio aceptable, la economía sumergida deja de ser una opción y se transforma en una necesidad.

Conclusión: los mitos y leyendas que rodean a la economía sumergida no son más que visiones parciales de un asunto complejo y polémico. Muchas afirmaciones gratuitas proceden de considerar a la economía sumergida como una única actividad con diversas facetas, cuando en realidad es una estructura económica paralela. Con sus rasgos comunes y diferenciadores respecto a la oficial.

 

10. CONTROL DE LA ECONOMÍA SUMERGIDA

Antes de proceder a cualquier control, hay que dilucidar si la economía sumergida es algo bueno o una simple lacra. En realidad, ni una cosa ni la otra. La economía sumergida tiene sus bondades y sus perjuicios. La determinación adoptada dependerá del tipo de nación:

- En un país poco desarrollado
Generalmente, la economía sumergida alcanza cotas altísimas. Sin embargo, actuar a fondo puede ser mas perjudicial que beneficioso. El Estado es incapaz de promover un nivel de vida, empleo e infraestructuras adecuados, por lo que la única solución para el individuo es buscarse la vida como pueda. Además, la corrupción imperante hace que el dinero recogido con los impuestos no se utilice en beneficio de la sociedad. Sus principales destinos son pagar la deuda externa y mantener una oligarquía cuya rapacidad es independiente de la ideología política. Por lo tanto, ante un panorama tan desolador, la economía sumergida (junto con la doméstica y la informal) es el único soporte para evitar una crisis humanitaria y económica peor a la reinante. Algo similar ocurre en las naciones desgastadas por un conflicto bélico o una posguerra.

- En un país desarrollado
Alcanza niveles menores e igualmente incuantificables. Una baja tasa de economía sumergida mejora el paro, favorece la actividad empresarial y descarga de obligaciones al Estado, sin menospreciar los inconvenientes nombrados en este artículo y en el anterior. Es por ello que algunos autores no dudan en defender que debe tolerarse la circulación de cierta cantidad de dinero negro. No obstante, nadie sabe cuánto hay en cada momento ni cuánto es el deseable. Por su parte, debe reconocerse que un control exhaustivo agotaría tantos recursos que sería peor el remedio que la enfermedad. Por consiguiente, el verdadero problema se da cuando la economía sumergida crece en exceso, deviniendo es un parásito implacable para la convencional y generando el círculo vicioso expuesto en la 2ª parte del ensayo. No menos peligroso sería el auge de determinadas modalidades de economía sumergida ilegal que aumentan la inseguridad ciudadana. Por ejemplo, las bandas mafiosas y los terroristas organizados.

Vistas ambas posiciones, es obvio que debe combatirse la economía sumergida al menos en los países desarrollados. Hay que evitar que se desborde y desintegre la economía oficial, aunque tampoco es adecuado diezmarla al 100%. Para ello es preciso actuar en 2 frentes distintos:

- Reduciendo la presión estatal
Las restricciones que impone la Administración son causa primordial de que mucha gente ingrese en las filas de los sumergidos. Tanto en aspectos fiscales como con prohibiciones, incompatibilidades, etc., se están añadiendo perturbaciones al mercado que dificultan la actividad del trabajador y del empresario. Bajar esta presión -no siempre justificada- es una medida que reduciría la economía sumergida. Al menos en teoría.

- Reforzando el régimen sancionador
Una vez aligerada la presión que ejerce el Estado, es imperativo orientar los esfuerzos hacia el régimen punitivo. Ya que el Estado ha optado por bajar en un primer momento sus ingresos (que a la larga serán mayores) y mejorar la libre competencia, no puede permitirse el lujo de que perduren las actividades clandestinas y egoístas de unos pocos. Hay que tener en cuenta que la codicia es intrínseca al ser humano y, por mucho que se afloje la intervención estatal, siempre habrá alguien dispuesto a sumergirse para ganar más que sus conciudadanos.

Ambas medidas deberán complementarse en pos de unos resultados satisfactorios. Aplicar una u otra por separado, siempre dejará una puerta abierta a que la economía sumergida entre en el desenfreno. Dicha situación no puede permitírsela un país con un nivel de desarrollo notable, so pena de tirar por la borda sus logros económicos conseguidos. En caso contrario, peligrará el nivel de vida de sus habitantes y el conjunto de la economía nacional.

 

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