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La información insalubre VII: intentos de protección al ciudadano

La información insalubre VII: intentos de protección al ciudadano

Un error muy común es pensar que el receptor está desamparado ante la información nociva de los medios de comunicación. Nada más lejos de la realidad. Los mecanismos de protección surgidos desde iniciativas públicas y privadas son muy abundantes y complejos. La sensación de abandono que suele tener el público procede de la eficacia de estos mecanismos, que llega a rozar la incompetencia absoluta. Es paradójico que los medios más grandes y fuertes -que cuentan con más y mejores sistemas de protección- sean justamente los que emplean las técnicas de manipulación más potentes y sofisticadas.
En la esfera democrática, el periodismo está controlado por los poderes estatales clásicos (ejecutivo, legislativo y judicial) junto a diversas iniciativas privadas (empresariales y profesionales). Desde un punto de vista histórico, la regulación periodística se divide en 3 etapas en función del control predominante. En la exposición, se ha considerado apropiado no datarlas porque la delimitación entre unas y otras es muy difusa. Son las siguientes:
- 1ª etapa o de control administrativo: con patentes, licencias de funcionamiento, normas, etc., proporcionadas por el sistema público. 
- 2ª etapa o de control empresarial, donde el propietario del medio asume la función de productor de periodistas.
- 3ª etapa o de control profesional, donde el gremio periodístico se convierte en el propio órgano autorregulador.

De los sistemas de control mencionados han emanado los mecanismos de protección actuales, que se pueden estudiar en 2 grupos atendiendo a su carácter puramente normativo o de otra índole:
- Sistemas normativos
- Sistemas no normativos.

1. Sistemas normativos
Se trata de medidas implantadas por autoridades administrativas de ámbito local, autonómico, nacional y supranacional, que pueden apoyarse en otros mecanismos, como es el caso de las comisiones de investigación. Las normas emitidas tienden a ser de obligado cumplimiento aunque también las hay optativas. Unas regulan de manera exclusiva determinados aspectos periodísticos, mientras que otras actúan en un ámbito más amplio que incluye uno o más aspectos de la profesión informativa. Por ejemplo, el respeto a la intimidad. Las normas constituyen uno de los sistemas de protección de mayor eficacia aunque no están exentas de inconvenientes. El más evidente tal vez sea el riesgo de obstruir la libertad de expresión. De hecho, la publicación y cumplimiento de normas férreas para regular los flujos informativos es un distintivo típico de las dictaduras totalitarias. No tanto de las monarquías absolutistas o autoritarias, donde el pueblo tiende a quedar fuera de juego.
En las democracias, la legislación que atañe a los medios de comunicación se enfrenta a un grave conflicto. La razón es que estos se han constituido, unilateralmente, en  el 4º poder al desarrollar una labor crítica frente al gobierno. De este modo, se autoproclaman adalides de la libertad para denunciar y evitar los abusos que ocasiona la maquinaria política y administrativa a los ciudadanos. Todo ello con el beneplácito de los diferentes poderes. La situación parece muy saludable pero sólo lo es en apariencia. A diferencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, configurados a lo largo de un complejo devenir histórico de relaciones humanas, el 4º poder se ha consolidado como tal por sí mismo. Ha cubierto una necesidad de información que ha derivado en una dependencia informativa. Además, a diferencia de los 3 poderes clásicos, la normativa legal que afecta al recién llegado es muy inferior y difusa, ya que su propia naturaleza así lo requiere. Por si fuera poco, la labor de control frente a los abusos político-administrativos es una farsa pues los medios de comunicación suelen aferrarse a una ideología partidista que, a menudo, es la del gobierno. Esto conduce a que los medios devengan en armas dialécticas al servicio (¡o por encima!) de los partidos políticos con independencia de que estén, o no, en el poder. Por supuesto, también sirven a intereses privados y/o a intereses privados vinculados a los públicos. De ello se deduce que la función de 4º poder desempeñada por los mass media es -como poco- cuestionable, lo que no quiere decir que deban ser secuestrados o sometidos a censura. Al respecto de esta anomalía, Umberto Eco afirma que el primer paso en el camino a cierta objetividad es "asumir la responsabilidad de no ser objetivos, de manifestar la posición propia". Su enunciado no carece de toda lógica pues la proclamación de la objetividad suele ser un modo elegante de encubrir su ausencia. Sin embargo, el que suscribe este artículo no puede estar más en desacuerdo con dicha afirmación. La cuestión es que la diversidad de opiniones es saludable y enriquecedora pero un exceso de subjetividad periodística prostituye la función última de los medios de comunicación: la de mostrar al receptor aquella realidad que no está a su alcance. Así, ante una avalancha de datos contradictorios e imposibles de verificar por el individuo, éste no podrá discernir lo verdadero de lo falso. Su criterio nunca será suficiente pues carecerá de las garantías e indicios que avalen la evidencia. Esto anula la libertad de pensamiento. El sujeto ya no discurre sino que son otros los que le implantan aquello que debe pensar. Por tanto, su voto -considerado igual en las urnas- pierde validez en materia de libertad de elección. No sería descabellado afirmar que se trata de un voto más reprobable que si estuviera comprado, ya que al menos en este caso el votante sobornado recibiría un beneficio inmediato. En consecuencia, la libertad periodística en ausencia de responsabilidad no se convierte en una garantía de la democracia, sino en un topo minador capaz de hundir sus cimientos.
Observando las 2 caras de la libertad de expresión -la responsable y la irresponsable- se hace patente el grave conflicto que genera la regulación legal. Un exceso o un defecto amputan la toma de decisiones libre del individuo, además de conllevar abusos de poder y otros efectos indeseables.
La terrible ineficiencia que arrastran los sistemas normativos de protección en las democracias consiste en matar moscas a cañonazos, lo que motivó su complementación y sustitución parcial por sistemas menos coercitivos y más independientes del ámbito oficial.

2. Sistemas no normativos
Su principal ventaja sobre los anteriores es que apenas merman la libertad de expresión ya que no se basan tanto en la obligación directa. No obstante, arrastran el problema de que la efectividad depende en gran medida de la buena voluntad del emisor de las informaciones… Y éste no siempre es honesto. 
Destacan los siguientes mecanismos:
2.1. Manuales de estilo
En general, son códigos deontológico creados o sólo adoptados por el propio medio de comunicación para controlar su actividad desde dentro. Su publicación ha corrido a cargo de organizaciones supranacionales, medios de comunicación, autores particulares, etc., y su ambición por regular es muy variable. Abarcan desde un determinado medio hasta la mayoría de los existentes en un bloque de naciones. Por desgracia, demasiados medios de comunicación carecen de ellos o los suelen mantener a buen recaudo. Generalmente en un acceso difícil para el público.
Dentro de los manuales de estilo la variedad es enorme y no siempre positiva, pues los hay que nunca se han aplicado, que hacen un hincapié muy ligero en la ética profesional, que son sesgados, etc.
Algunos códigos famosos surgidos a finales de siglo pasado, fueron:
Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO
De carácter socialista, sobre todo en algunos de sus principios donde aboga por la defensa y promoción de determinadas medidas sociales.
Código de Ética de la Federación de Redactores Internacionales de Periódicos (FIEJ)
De carácter liberal, surgido en respuesta a las tentativas de la UNESCO de redactar un código socialista y con el fin de ofrecer una alternativa a la ética periodística de los países en vías de desarrollo.
>>Ambos coinciden en la importancia de la objetividad y en el respeto a la intimidad, principios que han quedado relegados a un 2º plano en códigos posteriores. Algunos de estos apuestan más por el propio periodista que por el receptor de la información, pareciendo más una defensa gremial que un código ético para salvaguardar al público.
2.2. Consejos de Prensa
Surgieron a principios de siglo XX, teniendo sus primeras manifestaciones en Suecia, Francia, Holanda y Suiza. Actualmente el más conocido es el "Press Council" británico. Están integrados por profesionales del periodismo, empresarios y otros actores. Estos consejos rechazan por completo cualquier intervención administrativa que limite o fomente la libertad periodística. Simplemente apuestan por una autorregulación profesional sin intromisiones. En ellos tiene cabida cualquier denuncia por violación de la ética periodística la cual será llevada a trámite previa aceptación.
2.3. Ombudsman
Este cargo apareció en Suecia a principios del siglo XVII como representante del Parlamento o nombrado por el gobierno para defender la libre competencia, el consumo, la igualdad de sexos, etc. A partir de 1969 reorientó su actividad a proteger al ciudadano ante los abusos de la prensa y a velar por el correcto ejercicio profesional. Aunque es una figura reconocida en ciertos países, su número es escaso a nivel mundial y su actuación ha sido, y es, muy cuestionada.
En realidad la actividad del Ombudsman también se podría considerar un sistema normativo ya que actúa en estrecha ligazón con la administración y, en ciertos casos, es designado por el gobierno.
2.4. Cartas al director
Se trata de un recurso de efectividad casi nula pues la decisión de publicación recae en el propio medio de comunicación. Además, éste puede situarlas al lado de cartas que otorguen una felicitación aplastante para que el impacto de la crítica sea menor. A menudo enfrentan las cartas a opiniones divergentes mejor estructuradas que ridiculizan la opinión adversa, transformándola en una publicidad a favor del medio. Ello lo consiguen reduciendo al disidente a un ser ignorante cuya opinión no está a la altura de las circunstancias. El mensaje es que sólo un tonto se opondría a la argumentación del  medio
2.5. Versiones diferentes
La presencia de una misma noticia comentada por medios de distinta ideología favorece la imparcialidad pero no tiene por qué mejorar la objetividad. Así, ante 2 medios diametralmente mentirosos, el receptor puede encontrarse atrapado en una encrucijada de la que no saldrá ni con su juicio crítico.
Con el auge de los blogs, periódicos digitales, etc., las versiones y reflexiones se han multiplicado. Ello aumenta las posibilidades de que un hecho objetivo no sea censurado o maquillado bajo la desinformación. Sin embargo, complica la gradación de la calidad informativa ya que los autores suelen aportar cierta subjetividad, conducen a fuentes de dudosa credibilidad, y/o propagan la desinformación en lugar de la información original. El efecto puede ser similar al del juego del "teléfono estropeado", donde el mensaje inicial tiene poco que ver con el suministrado al último receptor. Todo ello sin contar con los bulos que disemina la Red de Redes.

En función de lo expuesto, se concluye que los engranajes públicos y privados que protegen al individuo son muy amplios y complejos. Afirmar que no se han depositado casi esfuerzos supondría faltar a la verdad. No obstante, sería prudente recapacitar sobre la efectividad real de este enorme despliegue. ¿Cumple con su cometido?, ¿es apropiado para los resultados que genera?, e incluso, ¿no estará perjudicando al flujo informativo? Las respuestas no son sencillas aunque quizás esté llegando el momento de apostar por planteamientos innovadores que mejoren la situación.

 

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