La información insalubre VIII: nuevas perspectivas de protección
Con esta parte finaliza el ensayo sobre la información insalubre. Como no podía ser de otra manera, se plantearán unas cuantas soluciones alternativas para reducir sus efectos deletéreos. Es casi seguro que el problema acompañará a la humanidad durante toda su Historia pero ello no es un impedimento insoslayable para confinarlo a unos límites más aceptables que los actuales.
Las nuevas medidas harán hincapié en el receptor de la información a título individual, por un lado, y en el resto de la sociedad y autoridades competentes, por otro. No se pretende que sustituyan a los mecanismos de protección presentes sino que los complementen de la mejor manera posible.
1. Protección centrada en el receptor
El mítico Sherlock Holmes -personaje inigualable de Conan Doyle- ya nos introducía en las bondades de reconocer la desinformación para eludirla y obrar con acierto. Es muy significativa su frase "lo importante es separar lo que son hechos absolutos e innegables de lo que son fantasías creadas por reporteros y gente interesada". Como el lector observará, su máxima sintetiza bastante bien el propósito de esta última parte y del apartado actual en particular.
Siguiendo dicha línea, se enunciará una serie de propuestas que afinen el juicio crítico del receptor frente a la información que adquiere. Con ello se pretende la autodefensa del individuo ante los mensajes nocivos recibidos. Algunas recomendaciones al respecto son:
1.1. Toma de conciencia
Es el primer paso para combatir la información insalubre y, sin duda, el más importante de todos. Se basa en tener claro el problema y saber que la toxicidad informativa es un hecho real y frecuente. No se busca que el individuo actúe como un incrédulo radical, sino que adopte una actitud razonablemente escéptica ante la información que recibe. Cualquier mensaje puede ser insano y digno de sospecha, lo que no quiere decir que deba estar errado o exija una negación sistemática. Es suficiente con admitirlo como una idea más en nuestra constelación de pensamientos. Después ya averiguaremos qué grado de certeza nos aporta. Conviene pues, no valorar las ideas sólo por el argumentante y/o el contexto en el que se enmarcan, e intentar elucidar qué nos dan a entender. En realidad es mucho más difícil de lo que parece.
1.2. Aumentar la Cultura
La Cultura es quizás la herramienta más poderosa frente a la información insalubre. De hecho, es -junto a la memoria- una cualidad infravalorada en detrimento de la creatividad, el ingenio y otras virtudes intelectuales que, aun siendo muy positivas, a menudo constituyen el refugio idóneo del mediocre. En este contexto, el término "Cultura" alude al conjunto de conocimientos que permiten desarrollar un juicio crítico al individuo. Ello implica que una persona no es más culta por tener más conocimientos, sino por contar con los apropiados para actuar de la mejor manera posible. No es preciso ni deseable que sea una enciclopedia viviente, sí lo es en cambio que disponga de suficiente capacidad razonadora y flexibilidad en el aprendizaje, gracias a la adquisición de múltiples perspectivas, vivencias, informaciones, etc. Por supuesto, no se trata de apostar por la homogeneización cultural, sino por tener presente que existen conocimientos que no aportan nada -o casi nada- al juicio crítico del individuo, mientras que otros lo enriquecen en distinta medida. Aquéllos son simples curiosidades que rara vez generan una transformación cognitiva global y profunda, sólo una mera satisfacción informativa o de ciertos instintos. Son mensajes puntuales que no se agregan para cristalizar una mínima Cultura en el individuo. Le serán de gran utilidad en el desempeño de una labor, en la obtención de determinadas emociones puntuales, etc. pero no para consolidar su Cultura. Por ejemplo: ver una misma película o leer un mismo libro 30 veces resultará gratificante, divertido o enfermizo, sin embargo es muy probable que su aportación cultural sea despreciable. Máxime si es una obra de baja calidad. Es evidente que dicha contribución dependerá mucho del receptor (su nivel intelectual, experiencias pasadas, condicionamientos morales, etc.) y del medio en el que se dé la transmisión informativa.
La Cultura entendida del modo expuesto procede de diversas fuentes, entre las que destacan las siguientes:
1.2.1. Diálogos con personas que de verdad aporten algo interesante
Para ello es preciso escuchar a aquéllas más duchas que nosotros en ciertos temas, ricas en vivencias, originales, efectivas en su actuación, etc. Es conveniente huir de los necios, muy a menudo ocultos bajo la prepotencia, y de determinados sujetos que -sin serlo necesariamente- conducen a una actitud negativa ante la vida, poco apropiada para el aprendizaje. Sin ir más lejos, frenando las posibilidades de mejora, empleando la burla (o la ironía) sin motivo, no admitiendo discusión en temas susceptibles de debate o adoptando una postura destructiva e insana ante los demás. Estas personas apenas aportan nada valioso, ni para ellas ni para los que les rodean. Por lo general, no merecen ser tomadas en serio.
El diálogo constructivo con el prójimo es un método barato y efectivo de adquirir Cultura. Por desgracia está muy denostado en las sociedades desarrolladas y no es raro observar cómo se desaprovecha una y otra vez. Es preciso considerar también que algunas patologías de la personalidad -como las psicopatías y las neurosis- dificultan bastante, o imposibilitan, el alcance de esta opción.
1.2.2. Lectura variada
Leer permite adquirir conocimientos complejos con un asentamiento mayor que si procedieran sólo de fuentes visuales o sonoras. Si bien es verdad que una imagen vale más que mil palabras, también lo es que mil palabras fijan mejor una idea que una simple imagen. La lectura requiere una actividad mental superior y permite reflexionar más sobre el mensaje. Ello es debido a que facilita ir analizando y comprendiendo la información que se recibe.
Ahora bien, la aportación de la lectura a la Cultura queda prostituida cuando se orienta a la consecución de un objetivo sin prestar atención a posibles alternativas. Por tanto, la lectura no debería ser unidireccional sino abierta. Es deseable no centrarse siempre en un mismo tipo de lecturas o autores. Atender a posiciones opuestas e intentar comprenderlas es un ejercicio de lo más saludable. Tal vez refuerce nuestra impresión inicial o nos plantee que no era tan sólida como creíamos. Un ejercicio muy saludable es comparar y analizar lecturas de diferentes ideologías.
1.2.3. Viajar
Visitar otros países y/o regiones tratando con sus habitantes ayuda a considerar y entender incentivos, motivaciones y perspectivas que nos resultan ajenas. El viaje no debería limitarse a una ruta turística paisajística o monumental. También es preciso dialogar con las personas de los lugares visitados para saber cómo piensan. Hay que conocer de 1ª mano su cultura popular a través de las vivencias, costumbres, símbolos, arte, etc. que la caracterizan. Es decir, se debería intentar formar parte del viaje emprendido con el fin de sacarle el máximo provecho. Imaginemos unas vacaciones en un hotel fabuloso, dotado de grandes lujos y situado en un país de ensueño, pero del cual nunca saldremos por disponer allí de grandes comodidades y diversiones a buen precio. Este tipo de viajes existen y están muy de moda. En opinión del autor, se trata de "semicárceles" de oro para protegernos de las prácticas deleznables de las personas situadas fuera del complejo, generalmente de menor estatus social. Nos defienden de sus posibles robos, no les permiten "ofendernos" con su miseria, no les dejan vendernos alimentos que atenten contra nuestra salud ni transmitirnos enfermedades infrecuentes, etc. Son una magnífica expresión del riesgo cero en el extranjero. Es posible que constituyan una experiencia maravillosa (o eso dicen sus promotores) pero apenas contribuirán a mejorar nuestro juicio crítico.
1.3. Pensamiento crítico selectivo
Está íntimamente ligado a la Cultura. Como es imposible abarcar toda la información que se pone a nuestra disposición, es prudente recurrir al argumento de autoridad bien entendido y a la selección razonada y razonable de la información. De este modo, es preferible optar por fuentes de mayor peso que por aquéllas derivadas de las mismas e intentar obtener las mejor actualizadas al amparo del rigor informativo. Por ejemplo, si se desea conocer los planteamientos de una ideología política lo ideal es acudir antes a aquéllos que la cimentaron que a los que efectuaron sus desarrollos posteriores, a menos que sus planteamientos actuales sean más relevante para la comprensión o actuación ante la realidad vigente. Otro caso paradigmático consistiría en desentrañar el funcionamiento de una tienda de ultramarinos. Para su consecución es preferible acudir al propio tendero que a un teórico económico, el cual -a pesar de sus grandes conocimientos- carecerá de la instrucción de campo necesaria para llevar el negocio a buen puerto.
De esto se deduce que es preciso seleccionar bien las fuentes y los maestros, aplicando todo el sentido común, imparcialidad y honradez posibles.
1.4. Pensamiento lógico y científico
Al igual que en el caso anterior, se le ha concedido un apartado independiente de la adquisición de Cultura. En realidad tanto uno como otro podrían ser la herramienta, la consecuencia e incluso una parte intrínseca del proceso. El motivo de tal escisión obedece sólo a reseñar su especial importancia.
Un buen comienzo consistiría en someter a contraste todas las hipótesis que se presentan y reducir los problemas complejos a sus partes más sencillas. Es lógico suponer que su aplicación metódica a la mayoría de las situaciones cotidianas sería un acto absurdo y casi patético pues diferentes perspectivas pueden ser igualmente válidas, incomparables y/o incontrastables. Es por ello que no se debe ir en busca de verdades absolutas (de validez universal e indiscutible) o de una objetividad plena en casi ningún asunto. Lo máximo a aspirar es tener vocación de objetividad. Saber que no todo es subjetivo (como algunos afirman) pero que tampoco es objetivo al 100%. Una solución aceptable pasaría por adoptar determinadas referencias a la hora de actuar. A menudo éstas no serán contrastables ni ciertas, quizás se remitan a meras arbitrariedades. En este caso, lo importante es que sirvan para fundamentar un desarrollo de gran validez. Por consiguiente, habrá que aplicar con destreza el criterio de objetividad y el de utilidad, dando una preponderancia adecuada a cada referencia en el suceso o conjunto de sucesos considerado y, por supuesto, conociendo nuestras limitaciones.
A su vez, el análisis lógico debe contemplar 2 vertientes: las formas argumentativas y la estructura del contenido que éstas envuelven. Nadie es capaz de tratar ambas con la misma eficacia, mas no se deberá excluir ninguna en la evaluación de los argumentos.
1.5. Flexibilidad en el aprendizaje
Es una cualidad muy difícil de desarrollar y en cuya modulación es posible que intervenga un componente genético.
La flexibilidad en el aprendizaje es considerada por algunos etólogos un distintivo inequívoco de inteligencia, por desgracia es un bien escaso en determinados seres humanos. Unos se aferran por sistema a ideas equivocadas, mientras que otros se pasan la vida agarrándose a clavos ardientes y a prejuicios diversos para sostener elucubraciones disparatadas. Estos individuos -abanderados con el dogmatismo, la superstición, el fanatismo y la incredulidad extrema- resultan de lo más nocivos para el progreso de la humanidad. Muy a menudo consideran enemigos a los que dejaron de pensar como ellos, difirieron en ciertos aspectos o abrazaron una línea argumental paralela.
La falta de flexibilidad en el aprendizaje es una tara que puede tener un origen tanto genético como ambiental o, seguramente, mixto. La situación alcanza matices dramáticos cuando el individuo no padece enfermedad alguna y se niega a reconocer su actitud. La complejidad de la misma se debe que la falta de flexibilidad en el aprendizaje no sólo se relaciona con disfunciones cognitivas, sino también con rasgos relativos a la autoestima, a la sensación de vergüenza, la tolerancia al fracaso, etc.
1.6. Memoria
La memoria es una de las cualidades más denostadas en las culturas occidentales. Muchas veces al que es inteligente se le degrada a simple "memorión" o "empollón". En estos casos se relega al individuo a la categoría de imbécil, partiendo de que usa la memoria en detrimento del razonamiento. En ocasiones será cierto, pero no tiene por qué haber una relación de causalidad o exclusión. Esta actitud es típica de los vagos y de aquéllos que gustan de razonar al amparo de la denominada "idea feliz", siendo incapaces de elaborar un razonamiento complejo. Entre otras cosas porque éste implica el uso de la memoria. Es triste que muchos sujetos pequen de ignorancia al separar la inteligencia de la memoria cuando son elementos intrínsecamente ligados. Al igual que ocurre con la capacidad razonadora y las emociones, la memoria es un complemento esencial de la inteligencia. Ello lo demuestra la existencia de algunas personas diagnosticadas de trastorno "borderline" por padecer graves deficiencias memorísticas, aun cuando sus restantes capacidades psíquicas están intactas. Por no mencionar que hay individuos que, a pesar de ejecutar razonamientos impecables, pueden tacharse de auténticos estúpidos al no ser razonables. Parte del error quizás surja de asimilar la pericia de cálculo o el nivel matemático a la capacidad razonadora del individuo.
Ahora bien, la memoria individual no es la única sometida a un acoso y derribo por parte de los mediocres. También lo es la memoria colectiva o social. De este modo, es común que las sociedades padezcan amnesias repentinas -trufadas con recuerdos selectivos- en las que unos datos y acontecimientos parecen haber desaparecido de su horizonte de sucesos. Esto conlleva simplificaciones irracionales, reducciones al absurdo, sesgos evitables, distorsiones de la realidad y dificultades en la adopción de comportamientos constructivos.
2. Protección a través de la sociedad y autoridades competentes
Si bien la actuación reflexiva del individuo es el mejor escudo frente a los mensajes tóxicos, el ser humano no es infalible y nunca podrá estar completamente a salvo de los mismos. Es por ello que cabe admitir una cierta justificación en el desarrollo de actuaciones de gran calado y amplitud que mitiguen el problema
2.1. Refuerzo legal
Como se explicó en la entrega anterior, la implementación de una normativa que proteja de la información insalubre al ciudadano es ineficiente e ineficaz, según el caso. Actuar con precisión de cirujano acarrearía la adopción de prácticas totalitarias.
La situación es compleja sobre todo por la escasez de buena voluntad política y de independencia judicial absoluta. El mayor peligro de la regulación administrativa está en abogar por unas normas férreas que vulneren la libertad de expresión. No tanto en la preocupación por el cumplimiento de unas cuantas reglas efectivas en la defensa del ciudadano. Quizás fuera conveniente penalizar con mayor rigor a aquellos medios que transmitieran noticias manifiestamente falsas, ya sea por negligencia o intencionalidad. El castigo impuesto hoy en día suele basarse en una rectificación que rara vez trasciende y en alguna que otra sanción económica fácil de asumir. Es obvio que la situación es incoherente. La incongruencia estriba en que los medios de información son empresas con una enorme ventaja sobre el resto pues, a pesar de que perjudiquen a terceros con engaños, apenas serán penalizadas. Así, si una empresa alimentaria produce una toxiinfección leve (o existe el riesgo de que la ocasione), puede recibir una sanción económica terrible; si una empresa juguetera fabrica un producto peligroso, también. En cambio, si un medio de comunicación promueve la condena de un inocente, la muerte de miles de personas o el engaño más atroz… ¡No le ocurre casi nada! Ello se debe a que estas sociedades no actúan como las demás sino que tienen una fuerte vinculación con los partidos políticos (estén en el poder o puedan llegar al mismo), una enorme capacidad manipuladora y la controvertida categoría de 4º poder. Estas razones les aportan un trato muy benévolo frente a las demás iniciativas privadas. Si una empresa contamina el medio, por lo general, paga (aunque no siempre). Por el contrario, si un "medio de intoxicación" contamina la mente, no paga. O paga muy poco. De este modo, las externalidades negativas de las empresas informativas jamás se intentan corregir aun estando entre las más sangrantes. Es decir, mientras que las de otras empresas se miden con vocación de objetividad, las de los mass media caen en el subjetivismo más absoluto. Por ejemplo, todos sabemos que no es lo mismo decir que a una manifestación ha asistido 1 millón, que 2 o que 300.000 personas. Pero aquí todo vale. Rara vez se habla de estimaciones y, con frecuencia, se afirman datos inventados (no ya difíciles de obtener, sino "sacados de la chistera") con una rotundidad pasmosa. ¿Por qué si se demuestra que una cifra ha sido falseada o comunicada de manera tajante y sin contraste no puede aplicarse una sanción ejemplar aun existiendo una evidencia matemática irrefutable? Si se demuestra un engaño objetivo en la auditación de una empresa que cotiza en Bolsa, se puede imponer una multa elevadísima o incluso el cierre de la auditoría, pero no así a un medio de información.
Y no sólo eso, ¿por qué cuando una serie de medios de comunicación derriban a todo un subsector económico, las medidas tienden a reajustar o eliminar el sector en vez de corregir la actividad fraudulenta y demagógica del medio? Es evidente que la solución más cómoda es la 1ª ya que así muchos políticos, empresarios y otros actores (pequeños en número pero poderosos en influencia) reciben el beneplácito del medio, le agradecen su protección, se aseguran un apoyo futuro, etc. Así pues, una solución pasaría por independizar el poder judicial de todos los demás -al menos en lo posible- e imponer sanciones eficaces. Sin ir más lejos, estableciendo multas cuyas cuantías estén muy relacionadas con los niveles de producción o incluso mediante ceses temporales de la actividad para casos de extrema gravedad. Dichas medidas pueden parecer radicales pero se está aplicando en numerosas empresas con absoluta normalidad. Por otra parte, los mass media financiados públicamente deberían ser tratados de un modo similar a los privados en la imposición de sanciones. Para evitar que una vez multados recibieran de nuevo el importe de la sanción "por debajo de manga", se podría repartir la cuantía de la multa entre otros medios que no falsearan al respecto o, mejor aún, entre los perjudicados por la noticia fraudulenta o por otras pasadas si no quedaron bien indemnizados. Habría muchas alternativas a estudiar.
A día de hoy, la gravedad de la situación no es nimia: los medios de comunicación tienen pocos incentivos para atenerse a la verdad y demasiados para deformarla a favor de intereses espurios o transcribirla de manera negligente. Algo similar ocurre con los incentivos sobre el reconocimiento público de errores.
2.2. Medios alternativos
Si bien la iniciativa pública debería prestar una mayor atención al problema de la insalubridad informativa, la privada también podría desarrollar aportaciones interesantes. Un remiendo sería crear una publicación de amplio espectro informativo dedicada a denunciar las mentiras y errores perpetrados por los mass media. Su difusión no debería relegarse al ámbito académico sino al popular, lo que implicaría el uso de un lenguaje claro y asequible para la mayoría de los receptores. Ya han surgido algunos intentos desde Internet pero de bajo calado pues suelen pecar de sesgo, de falta de profesionalidad o de especialización excesiva.
Con esta solución se propone la creación de un medio independiente que abogue por la pretensión de objetividad y de imparcialidad como principio esencial. Es innegable que lograrlo al 100% resulta utópico, no obstante es probable que mejorase la situación actual. Para ello sería necesario contratar a buenos profesionales, íntegros, sin intereses manifiestos y que recibieran sueldos elevados en un intento de dificultar su soborno. La denuncia debería basarse siempre en la evidencia y no atenerse a cuestiones en las que ésta apenas tuviera relevancia. Es lógico suponer que eso dejaría de lado numerosas cuestiones ideológicas pero no así aquéllas en las que los medios manipulan los datos, prostituyen las fuentes, etc.
Además, si esta publicación incluyera el nombre del periodista que ha falseado la noticia, el de sus superiores y el del medio (agencias incluidas), estos pondrían más empeño en actuar con honestidad. Sobre todo si se elaborara algún tipo de lista en la que figuraran los mentirosos y/o negligentes a modo de "ranking de la vergüenza".
Esta iniciativa no estaría exenta de dificultades. Una de ellas tal vez fuera la venta -o regalo si se financia sólo con publicidad- de un número suficiente de ejemplares para ser rentable. En realidad opino que tal dificultad sería menor de lo que parece. Mucha gente no dudaría en adquirirla con el fin de localizar fallos en la argumentación del contrario, evitar manipulaciones o sólo por el morbo de conocer a los más mentirosos. Dicha financiación también podría llegar de fundaciones de distinta índole o de otros cauces.
Es posible que cuando este medio empezara a actuar de un modo sesgado sus ventas caerían ya que su principal atractivo radica en aportar una visión lo más imparcial y objetiva posible. En tal caso, empezaría a dar al ciudadano "más de lo mismo" y no es tan seguro que triunfara.
Una tarea más difícil de solventar sería capear los ataques proteccionistas del gremio periodístico (que rara vez se purga a sí mismo de manera enérgica) y de los actores políticos y empresariales que se vieran perjudicados al frustrarse sus manipulaciones y embelecos.
Como colofón final a este apartado, el mensaje que se pretende transmitir es que la manera más eficaz de protegerse ante esta insalubridad informativa es la apuesta por el individuo. Las medidas de ámbito social públicas y/o privadas (existentes o posibles) serán un buen complemento si se aplican con destreza y sentido común. Sin embargo, la protección más importante ante la información nociva debe centrarse en cada sujeto. Somos nosotros los que debemos hacernos cargo de la situación y no obviarla como si fuera un mal menor o algo inevitable.
Por consiguiente, la búsqueda de la verdad debería ser un ejercicio propio de cada uno y no sólo de unos pocos que nos "iluminen" el camino. En casi todos los casos se tratará de una meta inalcanzable pero es muy probable que merezca la pena el esfuerzo depositado en hacer las cosas bien. Aludiendo al personaje cinematográfico Martín H, parece claro que "hay que seguir intentándolo, aunque sólo sea por curiosidad".
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